ABBA

lunes, septiembre 08, 2008

Lo reconozco, no me gusta nada ABBA. Este grupo sueco formado a mediados de los setenta y que se dio a la fama ganando el Festival de Eurovisión ya me cargaba un poco cuando sólo era un niño y sus canciones me asediaban a todas horas en la radio.

ABBA (a la postre un acrónimo de los nombres de sus componentes) tiene el mérito de haber sabido conjugar unas letras sencillas y facilonas con unas melodías pegadizas que llegaban a todo el mundo. También tienen el enorme mérito de haber vendido casi 400 millones de discos, lo cual es una proeza, más si tenemos en cuanta que salieron desde Suecia (lo cual no les concedía ninguna ventaja). Pero al igual que me sucede con otros grupos que despiertan el fervor popular (Beatles, Rolling Stones…) ABBA nunca me ha gustado. Y estos días, tras el estreno de la película Mamma Mía!, tengo que volver a soportarlos a todas horas, como hace casi treinta años.

He colgado la única canción de ABBA que me gusta de verdad (aunque hay algunas que reconozco que me levantan el ánimo y me arrancan una sonrisa). Fue lanzada a principios de 1980, y ya adelantaba un cambio de rumbo en el estilo musical del grupo y también, de alguna forma, su inminente disolución. Son muchos los que afirman que esta canción tiene mucho que ver con la situación personal de sus componentes (que formaban dos parejas que terminaron rotas), y bajo mi punto de vista les llegó como una especie de iluminación, pues su calidad, sensibilidad y madurez poco tienen que ver con la que mostraban en los seis discos anteriores.

Con apenas ocho añitos recuerdo que grabé en una cinta directamente de la radio esta canción, para luego ponérmela sin descanso, azotado interiormente por una melancolía que vete a saber tú de dónde diablos nacía.

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